Realizado por: Estefany Jiménez Yepes
Los cirujanos estéticos están haciendo
realidad las fantasías sobre la belleza de millones de mujeres y hombres
alrededor del mundo. Su trabajo en los quirófanos, con el escalpelo o el
rayo láser que hace las veces de varita mágica, ha convencido a
muchas personas de que la esquiva fuente de la eterna
juventud está cada vez más cerca. En esta búsqueda se amplían mucho
más los límites de lo posible. Sin
embargo, la vanidad tiene un precio que, en algunos casos, llega hasta la
muerte.
La vanidad por encima de la salud y la belleza convertida en un negocio
lucrativo y riesgoso. Se calcula que en el país 20.000 personas resultan
afectadas cada año, pese a lo cual recomendaciones como las que hace la Sociedad
Colombiana de Cirugía Plástica para que se verifique la idoneidad de quienes
realizan los procedimientos no se toman con la debida seriedad.
Los cirujanos estéticos están haciendo
realidad las fantasías sobre la belleza de millones de mujeres y hombres
alrededor del mundo. Su trabajo en los quirófanos, con el escalpelo o el
rayo láser que hace las veces de varita mágica, ha convencido a
muchas personas de que la esquiva fuente de la eterna
juventud está cada vez más cerca. En esta búsqueda se amplían mucho
más los límites de lo posible. Sin
embargo, la vanidad tiene un precio que, en algunos casos, llega hasta la
muerte.
La vanidad por encima de la salud y la belleza convertida en un negocio
lucrativo y riesgoso. Se calcula que en el país 20.000 personas resultan
afectadas cada año, pese a lo cual recomendaciones como las que hace la Sociedad
Colombiana de Cirugía Plástica para que se verifique la idoneidad de quienes
realizan los procedimientos no se toman con la debida seriedad.
En Colombia se realizan al año un promedio de 300.000
procedimientos estéticos y cirugías plásticas, que mueven 400 millones de
dólares. Y se presentan alrededor de 10.000 demandas por malas prácticas. Los
casos de muerte y deformaciones físicas por procesos inadecuados, realizados en
lugares que no cumplen con los estándares de higiene y por personas no
capacitadas, así como por el uso de sustancias que no están debidamente
registradas ni aceptadas para ser utilizadas en persona, son frecuentes.
En la actualidad, como el narcisismo y la vanidad no conocen ni
entienden de épocas de vacas flacas, los clientes siguen llegando a los
consultorios o se les atrae con tentadoras ofertas que incluyen planes de
financiación. Y aunque el volumen de pacientes no es el mismo de antes es
suficiente para que 60 por ciento delos 650 cirujanos plásticos que
hay en el país, según cálculos de Pacheco, se dediquen a realizar
intervenciones estéticas.
La responsabilidad no sólo les compete
a los organismos de control. Son aún más responsables quienes han hecho de la
belleza un negocio sin límites, en el que existen profesionales de pacotilla,
personas inescrupulosas y empresas como la francesa de los implantes, que han
priorizado sus intereses de lucro sin detenerse en las consecuencias graves que
tienen decisiones perversas como utilizar silicona industrial en las prótesis
de senos.
Pero también es
un problema cultural. El mundo contemporáneo ha impuesto unos cánones de
belleza que han llevado a mujeres y hombres, adolescentes o adultos, a jugar
con sus cuerpos y con su integridad física con el propósito de ser aceptados
por una sociedad que parece haber tergiversado los verdaderos valores. Y el
precio, en no pocas ocasiones, es la vida misma.
El siglo de oro de la
cirugía estética apenas empieza y el cielo parece ser el único límite como
lo cuenta un chiste de moda.
Aquí les dejo un corto e interesante vídeo cómico que muestra claramente la realidad de la sociedad actual con respecto a la vanidad.
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